¿Puede el cariño, un acto profundamente íntimo, ser realizado por extraños o podemos cuidar solo de aquellos que alguna vez nos cuidaron? ¿Es imperativa la proximidad física o la vigilancia desde la distancia también puede calificarse como una forma legítima de cuidado? Kristof Bilsen no aborda estas cuestiones, sino que las medita en su documental profundamente conmovedor. Madre. Narrado principalmente por Pomm, un cuidador en un hogar en Tailandia, tiene lugar principalmente en Baan Kamlangchay, donde los occidentales que sufren de Alzheimer son atendidos por un grupo de lugareños las 24 horas del día. No conmovidos por el recuerdo, es necesario recordarles que son recordados.
El documental comienza con Pomm presionando las manos arrugadas de Elizabeth, una anciana que ya no puede encadenar una oración. Mira a su alrededor con aire distraído, pero es recompensada con una sonrisa. La cuidadora continúa contando cómo cuando está enojada, se desahoga con Elizabeth. Esta última, por su parte, escucha con compasión y luego, como si fuera una señal, se olvida. Al contrario de lo que podría parecer, esta es una relación extrañamente simbiótica. Luego, la mirada se desplaza hacia Suiza, donde otra mujer, Maya, está siendo preparada por su esposo e hijas para venir a Tailandia. La mujer de 57 años está perdiendo la memoria y su esposo decide que la pueden cuidar mejor en Baan Kamlangchay.
La premisa sirve como un comentario convincente sobre la amplia disparidad económica entre Oriente y Occidente, un escenario clásico de hogares más privilegiados que eligen a otros de su agrado para cumplir con sus responsabilidades. Ilustra hábilmente cómo en el mundo en el que vivimos, cuidar y ser atendido ya no son actividades benévolas. Algunos están obligados a cuidar y solo unos pocos pueden darse el lujo de ser cuidados. Pero la documentación íntima de Bilsen garantiza que Madre es también, concomitantemente, una oda conmovedora al sufrimiento, al amor desinteresado y sobre todo a la pérdida. Esto se logra dejando que los eventos se desarrollen principalmente desde la perspectiva de Pomm.
El director nacido en Bélgica la conoció cuando se vio atrapado en una confusión personal similar: su madre sufría de demencia y él estaba buscando un lugar que pudiera cuidarla adecuadamente. Pomm entonces estaba cuidando a Elizabeth y, como supo más tarde, se mantenía alejado de sus hijos y luchaba duro para mantener ese vínculo. Uno de ellos se quedó con su esposo separado y los otros dos con su madre. La distancia los estaba haciendo cada vez más distantes de ella a medida que el paso del tiempo embotaba los bordes puntiagudos de su ausencia, ya no los lastimaba de la forma en que ella secretamente esperaba que lo hiciera. En una escena desgarradora, ella va a visitarlos y le pide a su hija que la desbloquee para que pueda enviar mensajes. Pomm encarnó entonces la curiosa dicotomía de una cuidadora que, mientras forjaba lazos con extraños, simultáneamente presenciaba la ruptura de sus propias relaciones personales. A través de ella, el documental explora las dificultades y el desinterés de un cuidador, pero también la miseria de aquellos que se ven obligados a irse. Cuando se ve desde su lente, el acto de dejar a alguien ya no parece un abandono, como se percibe comúnmente, sino que se convierte en un acto de sacrificio.
Y aquí es donde el documental de Bilsen es más gratificante. Este reconocimiento impide que uno juzgue a aquellos que ponen a sus padres en tales hogares y, en cambio, ruega que mire el abatimiento que experimentan por hacerlo. Su separación forzosa de sus hijos y el consiguiente anhelo reflejan la forma en que algunos se ven impulsados a hacer lo mismo con sus padres. La situación es similar, si no la misma, y la analogía se subraya de manera más enfática cuando ella llama por video a su hija menor y le pide con una impotencia manifiesta.para hablar un poco más. Más tarde, el esposo de Maya hace lo mismo, repitiendo su nombre en un tono familiar para que ella lo mire una vez como si le importara. El documental aquí ya no permanece preocupado por la enfermedad, sino que localiza y reconoce una desesperación a menudo ignorada: ser olvidado es tan doloroso como olvidar. Las líneas más humanas son expresadas por Pomm mientras contempla la necesidad circunstancial de ciertas separaciones y defiende a los que se fueron y a los que se quedaron atrás. Nadie nos obliga a despedirnos pero la necesidad nos obliga a tomar la decisión.
Bilsen pone en primer plano los sacrificios extremos que conlleva el cuidado abnegado, valida mirar desde lejos como una forma de cuidado y enfatiza que el cuidado incondicional se asemeja mucho a los principios de la maternidad. Esto se evidencia en la forma en que Pomm identificó a aquellos a quienes se suponía que debía cuidar como su madre (ella llamó a Elizabeth 'madre') o los cuidó como esperaba que sus hijos algún día lo hicieran; pienso en mí mismo si algún día tengo así, ¿qué voy a hacer? ¿Quién me cuidará? ¿Mis hijos lo harán? Me amarán 'Madre' aquí se convierte en una metáfora del anhelo, la compasión y la empatía. Como si solo eso pudiera justificar tal desinterés.
(El documental se proyectó en el Festival Internacional de Cine de Rotterdam)